Sistemas

21 de octubre de 2025

El cloud es el ordenador de otro

Internet nos enseñó a creer en lo intangible. A confiar en algo que no tocamos, que simplemente “está ahí”. Pero a veces, basta un fallo, una caída o un silencio para recordarnos que detrás de toda promesa tecnológica sigue habiendo límites y decisiones humanas.

El pasado 20 de octubre del 2025, internet se vino abajo. Bueno, no todo internet… pero casi.

Amazon Web Services (AWS) sufrió una caída global que dejó fuera de juego a plataformas como Snapchat, Zoom, Duolingo, Fortnite, Ring y muchas otras. Un hostión increíble donde más de 6.5 millones de usuarios reportaron errores, y más de 1.000 empresas vieron como sus servicios de desmoronaban durante horas.

Todo por un fallo de DNS en la región US-EAST-1 de AWS, en Virginia, Estados Unidos. Aprovechando esta situación, quiero invitarte a una reflexión.

¿De verdad queremos seguir creyendo que el cloud («la nube») es algo etéreo, mágico, intangible… cuando no es más que el ordenador de otra persona?

¡La nube no existe!

El cloud no es una tecnología nueva ni una especie de dimensión paralela digital. Es, literalmente, el ordenador de otra persona o empresa, que alquila espacio, potencia y red.

AWS, Azure, Google Cloud… ¡todas funcionan igual! Tú externalizas tu infraestructura, ellos te dan servicio. Y cuando algo se cae, como pasó el 20 de octubre, descubres que lo que se cayó no era una empresa, sino prácticamente medio internet.

Me suele hacer bastante gracia cuando alquien dice «lo tengo todo en la nube», como si fuera más seguro que tenerlo en tu propio ordenador, en un disco duro, o en un servidor cualquiera. La realidad es que estás confiando tus datos, tus servicios y, en muchos casos, tu soberanía digital, a un tercero que ni conoces. Si ese tercero tiene un mal día, tu también lo tienes.

Centralización y dependencia

Según los datos de Canalys, AWS controla alrededor del 30% del mercado global de infraestructura cloud, seguida por Microsoft Azure (20%), y Google Cloud (13%). Es decir, tres empresas gestionan más del 60% del cloud global.

Cuando una de ellas tose, el resto nos resfriamos.

Y esto, más que un problema técnico, es más un problema político y filosófico. Hemos pasado de una red descentralizada y libre a un modelo centralizado, privatizado y dependiente.

Internet nació con otra filosofía: descentralizado, democrático y colaborativo. Era una red de nodos distribuidos, pensada para que si uno falla, el resto siguiera funcionando. Pero hoy, si se apaga una nave industrial de Amazon en Virginia, se apaga medio mundo digital.

Auto-alojarse no debería ser para frikis

El discurso de «mejor que lo gestione Amazon, que es más seguro» suena muy cómodo… hasta que no lo es. Técnicamente, montar un servidor propio hoy no es tan complicado. Y en una zona como España, donde hay tantísimo sol, podríamos fomentar un modelo mucho más sostenible y descentralizado.

Ya existen ejemplos reales como el del proyecto del Low-Tech Magazine en Barcelona, que se aloja en un servidor alimentado exclusivamente con placas solares en un balcón, y que mantiene un uptime de más del 90%. ¿De verdad necesitamos pagar a gigantes globales por algo que podríamos tener hasta en casa?

No nos confundamos, no hablo de que tengamos que acabar con los centros de datos (que sería absurdo), pero sí que necesitamos recuperar parte del control.

Y esto pasa por abaratar y facilitar el auto-alojamiento. Y esto pasa por fomentar tecnológicas locales, incentivos al uso de energía renovable para servidores, facilidades por parte de las operadoras… Imagina un internet en el que cada barrio, cada universidad o cada grupo local tuviera su propio nodo. Sería más justo, más libre y, sobretodo, más humano.

Descentralizar para democratizar

El problema no es técnico, es estructural. Cuanto más centralizamos internet, más vulnerables somos a caídas globales y más poder damos a unas pocas empresas.

Descentralizar no significa volver a los módems ni a los foros de los 2000. Significa recuperar la esencia de internet. Volver a la red de redes, donde cada nodo tiene autonomía, donde el poder está repartido y no concentrado en tres gigantes con nombre y apellidos.

No se trata de nostalgia ni de romanticismo pelacables (aunque este blog se llame Cableando 😳). Se trata de resiliencia y soberanía. De que, cuando un fallo tumbe medio planeta digital, la otra mitad siga funcionando porque existen alternativas. Para que la red vuelva a ser eso: una red.

Descentralizar es una apuesta política, no solo tecnológica. Es decir “prefiero un internet más humano aunque sea un poco más imperfecto, antes que uno brillante pero controlado por unos pocos”.

Menos servidores en Virginia, más nodos visibles en nuestras comunidades. Porque, cada vez que recuperamos un trocito de autonomía digital, también recuperamos un pedazo de democracia.

Recuperar internet para recuperar soberanía

El 20 de octubre nos recordó algo que muchos ya intuíamos. El cloud no es el futuro, es el presente de nuestra dependencia tecnológica. La solución tampoco pasa por demonizarlo, sino por recuperar el espíritu original de internet, recuperarlo en algo descentralizado, abierto y colaborativo.

Así que sí, el cloud es el ordenador de otro.

Quizás ya va siendo hora de volver a tener el nuestro.

Que no todo lo moderno tiene que pasar por darle nuestras llaves y nuestro dinero a otras personas.

¿Te ha resultado útil este post?

15
1